jueves, 4 de octubre de 2007

Muñeca de trapo


Con el pucho a flor de labio, baila vestida de escombros, exhalando notas tristes que escuchó de un bandoneón; muñeca de trapo y barro, flor de yuyo apasionada, que por lujo tiene el alma asomada en el balcón. Esconde bajo los dientes la estampilla de amurada, por no andar hecha un despecho llorando al cotorro aquél, que se fue y para avisarle, le dibujó en una carta, que por porteño y poeta, sólo quiere sin querer. La noche que ella nacía, un dios que andaba de escabio, se durmió en alguna esquina o la bruma lo perdió; el caso es que es un escracho, sin membrana en las goteras, culpa de un dios curdoliento, que a atajarla no llegó. Cuando el espejo le bate que anda hecha un mamarracho, ella redobla la apuesta y se acicala el disfraz, con la emboscada de flores en las manos y en el pecho, con un sol en el corpiño y herida de gravedad. Un cacho de mala suerte, mujer honda, zurda y triste, que sabe ovillar hilachas si se rasga una ilusión; muñeca de trapo y barro, flor de yuyo apasionada, que por lujo tiene el alma asomada en el balcón.