viernes, 28 de septiembre de 2007

Luciérnaga furiosa


Dicen que es mujer como la luna, romántica, melancólica, perezosa y rea. Y cuentan que ama hasta perderse, que le duelen las esquinas, que le gustan los poetas. Que vuela de a pie y late en tono menor, que se emborracha de cielos y se le eriza la piel. Que si suena un tango en flor se le entrecierran las cuencas, se le restrujan las tripas, se le enredan las ausencias. Sus amores la olvidaron inundándola de sed y de su charco la beben los pájaros al amanecer. Que su beso es insolente, sus deseos un escándalo, se desangra de pasiones y se apena de saber. Le fracasa la ternura, se le disfrazan las ganas, se le alborotan los pelos, se le descuelgan las lágrimas. Desde el palco la ensordecen los sueños sin terminar, desde la popular los recuerdos la invitan a regresar. Que se atormenta y se sabe, después de secar su llanto, habrá primero un silencio y un cigarrillo después. Y se sabe también que algún día, cuando la soledad se envejezca, se mirará desnuda, desde lejos, desde afuera, y se irá vestida de alba al final de los finales, al después de los después. Que será de madrugada y que un corso le hará la guardia, mientras le canta el Polaco y las estrellas le bailan. Se irá sola, fatalmente última y descalza, carraspeando un verso nuevo, con el corazón y la piel, invictos pero en llamas, a dejar de esperar. Será que la melancolía es hembra será que la muerte también. Dicen que es mujer como la luna y por ley imposible de esquivar, es sombra y es azucena, es lo que quiera cantar o se le antoje querer.