miércoles, 17 de junio de 2009

ESPEJO

“En memoria de los días de una furia sin flores” debería leerse en mis rodillas. La que me mira desde el espejo puede como máximo, imitar momentáneamente una parte de lo que soy. Mis ojos se disfrazan de hinchazón para decir la mentira de un llanto reciente y joven, pero yo sé lo que no veo en ese reflejo. Cuando pasa la lluvia las piedras resucitan ante mí con esa belleza detenida que tienen las ruinas abandonadas. Poderoso e invisible se oye el clamor del pasado. Cuando pasa la lluvia, las ruinas se miran inmóviles y permanentes. Esta es la nueva perspectiva, ahora la violencia es un recuerdo antiguo y el aguacero arrasador aún en su furia, no hace más que limpiar las grietas y las desgarraduras. Ahora la pregunta por lo original y primero es absurda, nada queda de lo que fue; ahora la verdad es esta, incompleta. Casi todo lo que vemos es una mínima parte de lo que en realidad es, por lo tanto, siempre estamos frente a una imagen que sustituye a la verdad, una verdad fragmentada, irreparable, una verdad que duele. Me pregunto cuántos de los que me visitan entienden esto. Voces y manos apuradas violando el silencio de estas habitaciones, hundiéndose en las lastimaduras de estas paredes. Pero nadie llega al fondo del misterio a romper palabras encadenadas. La que me mira desde el espejo, por estática e inmediata, carece de mi verdadera condición: una muerte diseminada en falsas y pequeñas muertes diarias que me divide en dos mitades, dándome una existencia vertical que se sostiene al mismo tiempo desde el hundimiento y desde la altura.

1 comentario:

Juan Camilo dijo...

Lu, esa otra mitad tuya es cosa seria. Me parece que te mira con un ojo más caído que el otro. Quizás se deba a que hace falta flores en la habitación.