sábado, 30 de mayo de 2009

Pensando como casi sintiendo como vestida como siempre que se me da por saber que todo está por sanar. Que cuando toca pulsar la bandada de cuerdas propone temporales. Que cuando toca soltar siguen pasando las horas. Que cuando toca arder valen los excesos. Y sobre todo que antes de ayer me dejaba caer en remolinos y que antes de eso la espera. Que hoy casi nadie. Que pasado mañana cuando casi nunca, sea lo que sea. Y que después todas las versiones, todas las certezas, todo el amor que iba a ser, toda la magia. Y la ilusión de que vivir es casi siempre ir cambiando, a veces descanso, a veces ventolera.

viernes, 29 de mayo de 2009

El amor y el espanto

La marca de la obscenidad los empujó fuera del pueblo, a salvo de las miradas escondidas detrás de las persianas. Cuando el tiempo se distrae y ocurren amores condenados a la censura, se sabe que un incendio retorcido, porfiado y estremecido, afiebra las entrañas de los amantes y a éstos no les queda más que revolcarse en el barro de lo prohibido o al menos embadurnarse un poco las manos; entonces presos de un encantamiento enigmático y alucinado se aman a escondidas, acusados de alterar un orden respetable y razonable. Pero cuando ellos se recluyeron y todos los demás olvidaron la tragedia, o al menos se aliviaron de no verla, descubrieron que aún sin intención ni conciencia de pecado, no estaban a salvo de la inquietud, porque cada vez que se amaban ocurría algún desastre. Esa noche cenaron en silencio y sólo se miraron cuando el temblor de las puntillas de la enagua anunciaba lo inminente, una tormenta cuya naturaleza conocían intimamente. Sofocada y aturdida ella salió al campo y él atrancó la puerta a tiempo cuando ya empezaba a soplar el viento. Su camisón fue arrastrado junto con las ramas y las chapas del techo, la furia del aire húmedo y denso aumentaba cuando ella, desnuda y convulsionada, cortaba el viento con sus brazos transformados en filos y lo desangraban sembrando el suelo de pájaros sin alas. Empapada de lluvia y sudor vio mujeres desnudas volando entre sábanas rojas y pedazos de roca encendida abriendo en la tierra grietas por donde desaparecían los árboles y las gallinas. Se dejó manosear por las sombras, ahogada y atragantada de barro y mugre hasta que empezó a amanecer y repentinamente todo volvió a la calma. Sin recuperar del todo la conciencia entró a la casa con la poca lucidez que le permitía su mente exhausta, lo miró a los ojos aliviada de encontrarlo y se durmieron abrazadamente resignados. No eran más que eso, un amor hecho antes, durante y después del juego de los cuerpos; pero como a algunos le toca la bendición, a ellos les tocó el espanto.