A callar la mentira de que el mundo se termina entre los párpados.
A que el cuerpo sepa que no habrá nada de nada.
A gritar con las encías mi salmo borracho de ansias.
A escupir tu nombre repetido.
A pintarme un beso de antifaz.
A que nadie sepa que me muero.
A que siga el carnaval.
Ayer fui a la esquina, a ver qué había pasado con nosotros. El viento suspiraba como de costumbre y una golondrina afiebrada se moría entre mis manos.

“un epitafio dentro de un pimpollo.
Y, aún, qué buena suerte tanta pena:
pensá qué hubiera sido no querernos”
No hay comentarios:
Publicar un comentario