Al borde del mar, el viento nos recortaba formas en las nubes. Vos me quitabas los rulos de la cara y yo reía, mientras te contaba historias. Atardecía. No supe bien cuándo empezó la tristeza, pero yo miraba extasiada el castillo de arena que habíamos construído y vos llorabas. "Mirá, no lo podemos llevar", decías mientras se te deshacía entre los dedos. Entonces yo te secaba las lágrimas y te explicaba: "Sería tan fácil si me creyeras que tengo las manos llenas de castillos".
martes, 18 de noviembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
construir castillos y dejar huellas en el mar, es esperar a que llegue una ola para borrar el recuerdo de ayer que queda sicatrizado en la palma de la mano.
Publicar un comentario