sábado, 29 de noviembre de 2008

A U S E N C I A

Anacoreta. Profundísima soledad. El miedo. Y la nada.
Acá estoy, dispuesta a morir las muertes que acontecen, incapaz de seguir sosteniéndome entre espinas escarchadas. Lo que se desangra es tan inalcanzable que no tengo fuerza para explicar el temor y la rabia. Que me beba mi sed, que me trague, me ahogue y me disperse. Que me burlen mis ideas, que me olviden, me incomoden y me abandonen. Que me callen mis palabras, que me cieguen, me aplasten y me nieguen. ¿Cuán lejos me he ido? ¿A quién espero? ¿A quién le temo? Desde mis ojos al filo de toda herida, brotó un gesto a merodear más allá de lo probable y crucé el aire persiguiendo una garganta que presentía muy cerca. Pero hoy que casi nadie, todas las versiones despiertan los silencios que callé por darle voz. Es imposible dejar la eternidad para más tarde y cuando uno usa las palabras para inventar a alguien, tarde o temprano, termina transformándolo en su propia soledad.

1 comentario:

Juan Camilo dijo...

es un juego de soledades las realciones humanas. Mi soledad juega a estar sola pero siempre se distrae y busca en la luna señales.